• Estudio de Mayo Clinic invierte tendencia actual sobre el tratamiento de la cirrosis

ROCHESTER, Minnesota: Los científicos de Mayo Clinic emitieron un nuevo estudio que invierte la tendencia actual respecto al tratamiento de los pacientes cirróticos con diabetes tipo 2. El estudio descubrió que los pacientes diabéticos que continuaron con la metformina después del diagnóstico de cirrosis obtuvieron mejores  tasas de supervivencia. Por lo general, se suele suspender la metformina una vez establecido el diagnóstico de cirrosis debido a la inquietud de que dicho tratamiento aumente el riesgo de sufrir efectos adversos en los pacientes con deterioro hepático. El estudio de Mayo Clinic se publicó recientemente en Hepatology.

Hígado normal (izquierda) e hígado con fibrosis
Un hígado normal (izquierda) que no muestra señales de fibrosis. En la fibrosis (derecha), la fibrosis reemplaza al tejido hepático normal.

La cirrosis consiste en la fibrosis del hígado causada por diferentes tipos de enfermedades hepáticas, tales como la hepatitis viral crónica, el abuso crónico del alcohol y la hepatopatía grasa no alcohólica. La cirrosis es consecuencia del daño infligido al hígado durante el transcurso de varios años y a medida que avanza, aparece más y más fibrosis, lo que impide el adecuado funcionamiento del hígado.

La metformina se utiliza para tratar los niveles altos de glucosa sanguínea ocasionados por la diabetes tipo 2. Ese tipo de diabetes opera de dos maneras: primero, impide que el páncreas produzca suficiente insulina, lo que normalmente regula el paso hacia las células de la glucosa, que es la fuente principal de energía del cuerpo; segundo, en la diabetes tipo 2, el hígado, los músculos y los tejidos grasos se vuelven más resistentes a los efectos de la insulina. La combinación de la menor producción de insulina con la resistencia a la misma deriva en un nivel anormalmente alto de glucosa en la sangre.

La hepatopatía grasa relacionada con la obesidad puede conducir a inflamación del hígado y cirrosis, además de vincularse con diabetes. Por ello, se encuentra diabetes tipo 2 en 37 por ciento de los pacientes cirróticos, cifra que es cinco veces mayor a la de los pacientes sin cirrosis.

En el estudio, una muestra de 172 pacientes continuó recibiendo metformina después del diagnóstico de cirrosis, mientras que otras 78 personas dejaron de tomar el fármaco. Los pacientes que continuaron tomando metformina como parte de su tratamiento obtuvieron una mediana significativamente más larga en la supervivencia que quienes dejaron de tomar el fármaco. Durante el período de seguimiento médico, se descubrió que ninguno de los pacientes que tomaba metformina desarrolló acidosis láctica, afección que se creía era el efecto secundario más común del fármaco en los pacientes con cirrosis.

“Nuestro estudio plantea que la metformina puede usarse sin peligro en los pacientes con cirrosis. Los diabéticos que toman metformina para controlar el nivel de la glucosa sanguínea pueden continuar tomándolo después del diagnóstico de cirrosis, siempre y cuando no exista una contraindicación específica”, comenta el gastroenterólogo Dr. Lewis Roberts, autor experto del estudio.

Ante las posibles implicaciones de un gran cambio en la práctica clínica actual, los científicos tienen planificado colaborar con más instituciones y utilizar bases de datos nacionales para validar mejor los efectos provechosos de la metformina, dice el Dr. Xiaodan Zhang, coautor del estudio.

Otros autores del estudio son William Harmsen, Teresa Mettler, W. Ray Kim, Rosebud Roberts, Terry Therneau y Roongruedee Chaiteerakij.

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