ROCHESTER, Minnesota — 7 de enero de 2014 — Si bien quebrarse los huesos podría parecer algo normal en los niños activos, alrededor de uno de cada tres pequeños que, por lo demás, es sano sufre una fractura ósea y la más frecuente es la rotura del hueso que corre desde el codo hasta la muñeca, sobre el lado del pulgar, y se conoce como fractura distal del antebrazo. Esto ocurre con más frecuencia durante el período del estirón que los niños atraviesan al iniciar la adolescencia.
Sin embargo, un estudio reciente de Mayo Clinic y publicado en la Journal of Bone and Mineral Research (Revista de Investigación Ósea y Mineral) indica que ciertos tipos de fracturas posiblemente conllevan implicaciones a largo plazo para la salud ósea infantil. El estudio descubrió evidencia de que los niños y adolescentes cuyas fracturas del antebrazo ocurrieron debido a un traumatismo leve tenían huesos menos fuertes que otros niños. Esa menor fortaleza de los huesos puede predisponer a los niños a fracturas por debilitamiento óseo (fractura osteoporótica) más adelante en la vida.
“Nuestro estudio destaca la necesidad de que los médicos consideren el nivel del traumatismo que precedió a la lesión al tratar a niños y adolescentes con fracturas”, comenta el Dr. Joshua Farr, fellow en investigación en Mayo Clinic de Rochester y autor principal del estudio. “Las fracturas producto de un traumatismo moderado parecen ocurrir con más frecuencia cuando la fortaleza de los huesos es normal, mientras que las fracturas derivadas de un traumatismo leve plantean una deficiencia esquelética subyacente”.
“No se puede saber con certeza si estas deficiencias esqueléticas continuarán hasta la edad adulta, pues podrían ser transitorias”, añade el Dr. Farr. “Sin embargo, creemos que la clasificación del traumatismo representa una variable clínica que se puede utilizar a fin de controlar más estrechamente a los niños que sufren fracturas por traumatismo leve. La intervención en tales casos sería a través de la alimentación y actividad física del niño, a fin de lograr que los huesos sean lo más fuertes posible”.
El estudio de Mayo comparó la fortaleza ósea de los niños con reciente fractura distal del antebrazo debida a un traumatismo leve, con la de niños con fracturas derivadas de un traumatismo moderado y con la de otros niños sin ninguna fractura. El traumatismo leve se definió como una caída desde la altura del propio cuerpo en posición vertical y el traumatismo moderado se describió como una caída desde una altura relativamente baja, como una bicicleta. La edad de los niños osciló entre 8 y 15 años, y el grupo incluyó a 108 participantes de control y 115 niños y niñas tratados en Mayo durante los últimos 12 meses debido a una fractura distal del antebrazo.
Los participantes del estudio se sometieron a una versión sofisticada de la tomografía computarizada, conocida como tomografía computarizada cuantitativa periférica de alta resolución (HRpQCT, por sus siglas en inglés), para evaluar la fortaleza y calidad de los huesos. El nivel del traumatismo se asignó en base a las notas clínicas, informes radiológicos y entrevistas con los médicos, los padres de los niños y los pacientes mismos.
Los huesos de los niños y niñas con fracturas distales del antebrazo debidas a un traumatismo leve eran más débiles que los de sus cotejas del mismo sexo en el grupo de control. Los huesos de estos niños no podían toleran mucha tensión antes de fracturarse y también tenían más fino el hueso cortical, o capa exterior del tejido óseo que desempeña la mayoría de las funciones del hueso. Los científicos de Mayo utilizaron una metodología distinta a la de una investigación anterior que no encontró diferencia entre las densidades óseas de los niños con fracturas debidas a traumatismos leves y traumatismos moderados. Dicho trabajo anterior se basó en la absorciometría con rayos X de doble energía (DXA, por sus siglas en inglés), técnica bidimensional que mide la masa ósea, pero no la densidad del tejido óseo.
“La absorciometría con rayos X de doble energía no es capaz de medir los componentes estructurales del hueso que contribuyen de manera muy importante a su fortaleza general”, explica el Dr. Farr.
La investigación anterior también recurrió a cuestionarios enviados por correo para evaluar el nivel del traumatismo. “Nosotros, en cambio, contamos con información muy detallada que Mayo nos permitió obtener de su fuente de datos; por ello, estamos seguros de nuestra capacidad de clasificar los traumatismos sufridos”, dice el Dr. Farr.
El estudio resalta el mayor énfasis que Mayo pone en la investigación pediátrica, hecho que condujo al reciente establecimiento en Minnesota del Centro de Investigación Pediátrica en Mayo. El financiamiento del estudio sobre la densidad ósea pediátrica provino del Instituto Nacional de Artritis y Enfermedades Músculo-esqueléticas y Dérmicas y del Premio de Mayo a las Ciencias Clínicas y Traslacionales.
Los estudios realizados en los pacientes, que implicaron análisis de sangre en ayunas, ensayos bioquímicos y placas radiográficas de los huesos, se llevaron a cabo en base ambulatoria en la Unidad de Investigación Clínica (CRU) de Mayo en Minnesota. “Sin la infraestructura existente en la CRU, no habría sido posible realizar este tipo de estudio clínicamente intenso”, apostilla el Dr. Farr.
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