El entrenamiento físico: mejor arma contra la “globesidad”

JACKSONVILLE, Florida  La obesidad y el sobrepeso son dos de las grandes “epidemias” de la vida moderna. Paradójicamente, resultan ser una consecuencia indeseada de la mejoría en el nivel de vida de las personas y en su acceso a alimentos más refinados, ricos en proteínas, pero también en grasas, carbohidratos y azúcares. Actualmente se discute si el manejo de quienes padecen una u otra condición debe basarse en atacar el sobrepeso mismo o en mejorar su condición física. En Estados Unidos se usa un juego de palabras para referirse al tema, hablando respectivamente de “fatness” y “fitness”. Sobre estos aspectos se refiere el doctor Jorge Trejo-Gutierrez, director del Programa de Rehabilitación Cardiopulmonar de la Clínica Mayo de Jacksonville, en Florida.

Dr. Jorge Trejo-Gutierrez¿Es realmente la obesidad y el sobrepeso un problema de salud pública en el mundo?
Ya se usa el término “globesidad” para denominar al aumento de personas obesas a nivel mundial. En los últimos 30 años el número de obesos ha crecido en forma importante en Europa Occidental y Oriental, Estados Unidos, Canadá, Asia Oriental, Centroamérica, América Latina tropical, Nor-África y Medio Oriente.

¿Cómo incide esta situación en la cantidad de muertes asociadas?
Comparando datos de los años 1990 y 2010, las enfermedades no transmisibles o crónicas relacionadas con el sobrepeso han tenido un aumento importante a nivel mundial. Específicamente, las muertes por enfermedades cardiovasculares subieron de 12 a 16 millones y aquellas por complicaciones derivadas de diabetes se duplicaron, de 1 a 2 millones.

¿Cuál es la mortalidad, a nivel mundial, asociada a factores de riesgo individuales?
En primer término la hipertensión arterial, con unos 9,5 millones al año, causando anualmente más muertes que el tabaquismo, que implica 6 millones de decesos, incluyendo a los “fumadores pasivos”.

Hay otras causas de muerte asociadas a factores nutricionales; entre ellas, dietas con bajo contenido de frutas (5 millones); alto índice de masa corporal (IMC) y diabetes o hiperglicemia (3,5 millones); baja o nula actividad física; alta ingesta de sal y grasas y el alcoholismo.

¿Qué factores determinan el peso de una persona?
Son varios. Genéticos, ambientales y, obviamente, ingerir más energía de la que se gasta. Hasta ahora, los factores de riesgo de presentar sobrepeso y obesidad se han visto con un enfoque lineal, de causa a efecto. Pero en general, las enfermedades no transmisibles son una interacción de múltiples factores. Aunque parezca insólito, la interrelación de la economía de mercado libre ha llevado a globalización, urbanización, mecanización, que provocan aumento de la obesidad y una variación a nivel global del planeta, como es el cambio climático. Esto habla que existen los llamados “sistemas adaptivos complejos” a varios niveles. La obesidad pertenece a esta categoría de sistemas.

¿Cómo se trabaja con pacientes obesos o con sobrepeso?
Se recomiendan acciones que se pueden agrupar en grandes categorías: identificar, informar y recomendar.

Lo primero es identificar a quienes necesitan perder peso, midiendo el perímetro de su cintura y calculando su IMC. Los actuales valores de la Organización Mundial de la Salud, que definen a una persona como con sobrepeso (IMC mayor a 25,0 hasta 29,9 kg/m2) u obesidad (IMC igual o mayor a 30 kg/m2) permiten identificar a adultos con alto riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Además, un adulto con IMC igual o superior a 30, o sea, obeso, tiene un alto riesgo de mortalidad por variadas causas.

¿Qué información se entrega al paciente?
Que cuanto mayor sea su IMC y su perímetro de cintura, más alto es su riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y mortalidad por múltiples causas. Junto con ello, informar a pacientes que además tengan factores de riesgo cardiovascular, como hipertensión arterial, hiperglicemia e hiperlipidemia, que si pierden peso, aunque sea poco, pero sostenido en el tiempo, lograrán mejorías significativas en sus índices de triglicéridos y azúcar en la sangre, así como una baja en el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. Mayores pérdidas de peso, siempre que perduren, consiguen bajar la presión arterial, mejorar los niveles de colesterol y una mayor reducción en los niveles de glucosa y triglicéridos, con lo que se pueden disminuir las dosis de fármacos.

¿Cuáles son las recomendaciones?
Hay dos grandes grupos. El primero se refiere a la dieta necesaria para perder peso. Una de 1.200 a 1.500 calorías diarias para mujeres y de 1.500 a 1.800 para hombres, cifra que varía caso a caso. O una de “déficit calórico”, consistente en reducir en 500 a 750 calorías, respectivamente, la ingesta calórica considerada “normal” para el paciente. Es útil restringir alimentos altos en carbohidratos y grasas o bajos en fibra y aconsejable poner al paciente en manos de un nutricionista. 

Lo otro es recomendar un cambio más amplio en el estilo de vida, incentivando a realizar alguna actividad física acorde a su condición y ser apoyado, por un mínimo de seis meses, en sesiones individuales o con otras personas.

¿Es útil aumentar la actividad física?
Sí. La inactividad física tiene un impacto en la salud pública comparable al tabaquismo. El riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular en personas con peso normal, sobrepeso y obesidad es significativamente mayor en quienes hacen poca o nula actividad física respecto de quienes, bajo estas mismas condiciones de peso, se ejercitan regularmente. Lo ideal es combinar ejercicios con una alimentación más sana y otros cambios en el estilo de vida, como evitar las situaciones de ansiedad. 

¿Qué consejo le da usted a quienes ya lograron bajar de peso?
Que participen en programas, por al menos un año, para mantener su nuevo peso, con controles médicos y que los comprometa a mantener un nivel de actividad física relativamente alto: 30 a 45 minutos diarios en promedio. Esta actividad puede ser tan solo caminar, pero a lo que llamamos “buen paso”. La actividad ambulatoria diaria reduce la ocurrencia de eventos cardiovasculares en pacientes pre-diabéticos. Se ha determinado que con cada 2 mil pasos adicionales al día se logra una disminución promedio de 8% en eventos cardiovasculares. En el mercado existen podómetros (o “cuentapasos”) y otros monitores que motivan a la persona a realizar actividad física.

¿Qué reflexión final hace usted doctor?
Que para hacer frente a la obesidad y su cuidado sanitario hay que abandonar los modelos lineales y comprender que es un tema muy complejo. Aceptar que hay imponderables, respetar la autonomía del paciente, ser creativos y flexibles. Dentro de esta consideración de nuevos enfoques está la corriente de alimentación llamada “flexitariana”, originada hace unos 20 años en Estados Unidos. Esta parte de la base de que quien la sigue es vegetariano, pero se permite cierta flexibilidad. Se puede consumir productos de origen animal, pero con menor frecuencia. Por ejemplo, no ingerir al desayuno ni almuerzo ningún derivado de la carne, ya sea, blanca o roja, ni siquiera embutidos, permitiendo sólo una cantidad escasa, no más de 100 gramos, en la cena.

La menor ingesta de productos de origen animal mejora la salud cardiovascular, es amigable con el medioambiente e incluso pudiera incidir favorablemente en la actual tendencia climática.

Para más información acerca de los tratamientos para la obesidad disponibles en la Clínica Mayo en Jacksonville, Florida, llamar al departamento de Servicios Internacionales al teléfono 904-953-7000 o enviar un email a intl.mcj@mayo.edu. Para más información en español, visite mayoclinic.org/espanol.

 

CONTACTO:
Guta Bacelar,
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