Mayo Clinic: subtipos de cáncer de ovario predecirían respuesta al bevacizumab
CHICAGO, Illinois — La secuenciación molecular es capaz de identificar a las pacientes con cáncer de ovario que tienen mayor probabilidad de beneficiarse con el tratamiento con bevacizumab (Avastin), descubrió un estudio dirigido por Mayo Clinic. Los resultados de la investigación se presentan hoy durante la reunión anual 2014 de la Sociedad Americana de Oncología Clínica.
La adición del bevacizumab a la terapia estándar extendió más la supervivencia sin avance del cáncer de las pacientes que presentan los subtipos moleculares denominados “proliferativos” y “mesenquimatosos”, comparado frente a quienes padecen los subtipos conocidos como “inmunoreactivos” y “diferenciados”, explica el Dr. Sean Dowdy, ginecólogo oncólogo de Mayo Clinic y autor experto del estudio. “A pesar de que el estudio sea muy preliminar, esto nos acerca más al momento en que puedan usarse datos secuenciales para seleccionar terapias más eficaces y menos tóxicas para las pacientes”.
El Dr. Dowdy dice que Estados Unidos invierte anualmente tres mil millones de dólares en el bevacizumab para el tratamiento del cáncer. “Desgraciadamente, 33 por ciento de las pacientes no responde al fármaco, lo que significa que se les administra toxicidad sin ningún beneficio. Estos datos de expresión genética permitirán seleccionar quiénes deben recibir este fármaco”.
El bevacizumab es un inhibidor de la angiogénesis, o sea un fármaco que lentifica el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos que ayudan al cáncer a crecer y diseminarse. Un ensayo clínico fase 3 realizado a nivel internacional y conocido como ICON7 acaba de demostrar que la adición de este fármaco a la quimioterapia de primera línea con carboplatina y paclitaxel puede mejorar la supervivencia sin avance del cáncer de ovario en las pacientes.
El Dr. Dowdy y sus colegas deseaban determinar si la composición molecular de los tumores ováricos permitía predecir la respuesta a este nuevo tratamiento. Para ello, primero utilizaron arreglos de expresión genética a fin de analizar los tejidos de las biopsias conservadas en bloques de parafina de pacientes del ICON7.
Luego, aplicaron la clasificación molecular ya establecida por el proyecto Atlas del Genoma del Cáncer (TCGA, por sus siglas en inglés), perteneciente al Instituto Nacional del Cáncer, para separar a las pacientes en cuatro subtipos según los patrones genéticos exactos que se habían “encendido” o “apagado” en los tumores. De las 359 pacientes estudiadas, 20 por ciento tenía el subtipo diferenciado, 34 por ciento presentaba el subtipo inmunoreactivo, 19 por ciento mostraba el tipo mesenquimatoso y 27 por ciento padecía el tipo proliferativo.
Por último, el Dr. Dowdy y sus colegas analizaron la asociación entre dichos subtipos moleculares y las respuestas al tratamiento. Descubrieron que las pacientes con los subtipos proliferativo y mesenquimatoso respondieron mejor, con mejorías respectivas de 10,1 y 8,1 meses en la supervivencia sin avance del cáncer después del tratamiento con bevacizumab. Se observaron diferencias similares al analizar otra medida de la respuesta al tratamiento, la supervivencia general.
“La respuesta más favorable de las pacientes con los subtipos proliferativo y mesenquimatoso al bevacizumab tiene sentido porque el fármaco también afecta a los mismos genes y vías moleculares implicados en esos subtipos”, apostilla el Dr. Dowdy.
Una vez publicado el resto de los datos del ICON7, el Dr. Dowdy y sus colegas volvieron a analizar los resultados para ver si podían descubrir asociaciones aún más fuertes entre los subtipos y los resultados.
Los científicos igualmente esperan validar los resultados en otro conjunto de pacientes, paso necesario previo a que la secuenciación molecular pueda identificar a las pacientes más proclives a responder a este fármaco en particular.
“En Estados Unidos, al momento no todos utilizan el bevacizumab como tratamiento de primera línea para el cáncer de ovario debido a la mejoría marginal en la supervivencia, al gasto extremadamente alto de 100 000 dólares anuales y a que puede conllevar efectos secundarios tóxicos”, comenta el Dr. Dowdy. “No obstante, si fuese posible identificar a las pacientes cuya supervivencia sin avance del cáncer mejoraría 10 meses, entonces valdría la pena tratarlas con este fármaco. Por otro lado, evitar el bevacizumab en las pacientes que posiblemente no responderían al tratamiento permitiría reducir la toxicidad innecesaria y recetar otros fármacos potencialmente más eficaces para cada paciente en particular”.
Otros autores del estudio son el Dr. Boris Winterhoff, la Dra. Ann Oberg, el Dr. Chen Wang, Shaun Riska, la Dra. Viji Shridhar, la Dra. Ellen Goode y la Dra. Lynn Hartmann por parte de Mayo Clinic; S. Kommoss de la Universidad de Tübingen en Alemania; G.E. Konecny de la Universidad de California en Los Ángeles; J. Fan de Illumina Inc.; F. Kommoss del Instituto de Patología de Mannheim en Alemania; A. du Bois y F. Hilpert de Arbeitsgemeinschaft für Gynäkologische Onkologie en Alemania; J. Chien del Centro Oncológico de la Universidad de Kansas; A.C. Embleton, M. Parmar y M. R. Kaplan del University College de Londres en el Reino Unido; T. Perren de la Universidad de Leeds en el Reino Unido; y, J. Pfisterer de Arbeitsgemeinschaft für Gynäkologische Onkologie en Alemania.
El estudio se financió gracias al subsidio SPORE de Mayo Clinic para cáncer de ovario y al Centro Oncológico de Mayo Clinic.
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