• Medidas de autocuidado pueden ayudar a prevenir los cálculos amigdalinos

ESTIMADA MAYO CLINIC:
¿Por qué se producen los cálculos amigdalinos y existe alguna otra manera de librarse de ellos que no sea la extracción de las amígdalas? Tengo 48 años y escuché que la amigdalectomía en adultos es una cirugía importante que puede conducir a otros problemas.

Ilustración de una boca con cálculos amigdalinosRESPUESTA:
Los cálculos amigdalinos se forman cuando se alojan sustancias en los pliegues de las amígdalas. Si usted es proclive a formar cálculos amigdalinos, la extirpación de las amígdalas es la manera más eficaz de resolver el problema; sin embargo, si usted prefiere no someterse a la operación, hay maneras seguras de extraer los cálculos amigdalinos. Además, existen medidas de autocuidado que usted puede tomar para evitar que reaparezcan.

Las amígdalas son dos extensiones tisulares de forma ovalada que se ubican en la parte posterior de la garganta, una a cada lado. Las amígdalas son un tipo de ganglio linfático y funcionan como parte del sistema inmunitario del cuerpo, actuando como filtros para las bacterias y virus. Además, las amígdalas producen glóbulos blancos y anticuerpos para combatir enfermedades.

Las superficies amigdalinas son irregulares. Algunas personas tienen hoyos y pozos en las amígdalas, que son suficientemente profundos para alojar partículas de comida, bacterias, saliva o mucosidad. A medida que esas sustancias se compactan dentro del pozo, el cálculo amigdalino termina formándose.

Los cálculos amigdalinos normalmente lucen de color amarillo pálido y pueden verse cuando uno mismo se examina las amígdalas, pero podrían no ser visibles cuando están profundos en el tejido amigdalino.

Las señales y síntomas comunes de los cálculos amigdalinos son de enrojecimiento e irritación en las amígdalas. Estos cálculos suelen producir mal aliento debido a la congregación de bacterias. En algunos casos, los cálculos amigdalinos pueden derivar en la inflamación crónica de las amígdalas, o amigdalitis; aunque en la mayoría de casos, tan sólo son un fastidio.

Si usted tiene antecedentes de cálculos amigdalinos, la mejor manera de librarse de ellos permanentemente es mediante la extracción de las amígdalas. La cirugía para extraer las amígdalas se conoce como amigdalectomía y normalmente se realiza como procedimiento ambulatorio, sin necesidad de internarse una noche en el hospital. Igual que con toda cirugía, ésta también conlleva algunos riesgos, tales como sangrado postoperatorio. La mayoría de personas siente dolor de garganta después de la amigdalectomía, pero el dolor generalmente se controla bien con medicamentos, bastante cantidad de líquidos y reposo.

Si el médico no recomienda la amigdalectomía debido a los antecedentes médicos, edad u otros factores, o si el paciente simplemente prefiere que no se le extraigan las amígdalas, existen otras medidas que pueden tomarse para lidiar con los cálculos amigdalinos.

Cuando aparezcan los cálculos, puede extraerlos presionándolos suavemente hacia afuera con un palillo recubierto con algodón, con el cabo del cepillo de dientes, o lavándolas con un irrigador de agua a presión baja. Puede usar ese dispositivo, apuntando el chorro de agua directo hacia los pozos a fin de enjuagar bien los desechos allí atrapados.

La buena higiene oral puede evitar completamente la aparición de los cálculos amigdalinos. Cepíllese los dientes después de todas las comidas, al acostarse y al levantarse por la mañana. Cuando se cepille los dientes, también cepille suavemente la lengua y use hilo dental a diario. De igual manera, use regularmente enjuagues bucales que no contengan alcohol. Estas técnicas pueden reducir la cantidad de bacteria en la boca, lo que puede contribuir al desarrollo de los cálculos amigdalinos.

Si persistiera la irritación de las amígdalas, si éstas lucieran muy rojas o sangraran con facilidad, o si el dolor se extendiera hasta el oído, haga una cita con el médico porque esos síntomas pueden ser señales de un problema más grave que amerita atención médica.  

Dra. Ann Bell, Otorrinolaringología, Mayo Clinic, Rochester, Minnesota.

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