ROCHESTER, Minnesota: Los médicos de Mayo Clinic presentaron los hallazgos realizados en varios estudios durante la reunión anual del 2016 de la Academia Urológica Americana, celebrada entre el 6 y el 10 de mayo en San Diego. Los médicos estuvieron disponibles para hablar sobre sus investigaciones y hallazgos con los periodistas que cubrían el evento. Algunos de los estudios presentados fueron, entre otros:
“Factores de riesgo para complicaciones postoperatorias en pacientes sometidos a nefrectomía parcial”
Los urólogos de Mayo Clinic terminaron una exhaustiva revisión institucional de todos los pacientes sometidos a nefrectomía parcial entre los años 2001 y 2012.
“La nefrectomía parcial se ha convertido en el tratamiento preferido para los tumores renales. Este método permite a los cirujanos extraer tumores localizados de forma segura y eficaz, pero conservando el resto del riñón”, comenta el autor principal del estudio, Dr. Harras Zaid, fellow de oncología urológica en Mayo Clinic. “A pesar de que los patrones de la práctica hayan cambiado en la última década debido a la mayor aplicación de la nefrectomía parcial y de nuevas tecnologías de invasión mínima, las investigaciones que derivan en resultados se han visto rezagadas, sobre todo en cuanto a identificar predictores de complicaciones postoperatorias”, añade.
El Dr. Zaid y sus colegas evaluaron modelos de regresión logística para valorar los predictores de complicaciones postoperatorias dentro de los primeros 30 días desde la cirugía, e identificaron a 1763 pacientes sometidos a 1773 nefrectomías parciales entre los años 2001 a 2012.
Los factores asociados con las tasas más altas de complicaciones tempranas incluyeron: ser del sexo masculino, tener un riñón, padecer insuficiencia renal y alcanzar un puntaje mayor en la comorbilidad de Charlson. El índice de comorbilidad de Charlson categoriza la afección del paciente en base a medidas normalizadas y mientras más alto es el puntaje, mayor probabilidad hay de que el resultado predicho derive en mortalidad o en la necesidad de usar más recursos.
El Dr. Zaid dice que estos datos pueden servir para aconsejar al paciente antes de la nefrectomía parcial y ayudar a seleccionar a quienes correrían alto riesgo a fin de observarlos o someterlos a procedimientos de ablación percutánea.
“El ácido tranexámico puede reducir la necesidad de una transfusión sanguínea en pacientes sometidos a cistectomía radical”
Los cirujanos de Mayo Clinic instituyeron en abril de 2013 un cambio en la práctica clínica para ciertos pacientes sometidos a cistectomía radical abierta a fin de estudiar si el ácido tranexámico podía mejorar los resultados al reducir la necesidad de transfusiones sanguíneas durante la etapa perioperatoria.
“Alrededor de 60 por ciento de pacientes que se someten a la cistectomía radical abierta reciben transfusiones sanguíneas, hecho que se ha vinculado con malos resultados, mayor riesgo de recurrencia de la enfermedad y mortalidad. El ácido tranexámico es una sustancia antifibrinolítica que promueve la coagulación sanguínea porque evita la descomposición de los coágulos y, por lo tanto, podría eliminar la necesidad de transfusiones sanguíneas”, explica el Dr. Harras Zaid, autor principal del estudio.
A fin de realizar el estudio, se administró en el período intraoperatorio un bolo intravenoso de ácido tranexámico seguido por infusión continua a los pacientes sometidos a cistectomía radical. No se administró el ácido tranexámico a los pacientes con antecedentes de tromboembolismo venoso ni a quienes se les había colocado un estent coronario en el año anterior a la cirugía.
Los científicos definieron la transfusión sanguínea perioperatoria como la que se lleva a cabo durante la cirugía o dentro del período de hospitalización posterior a la misma, y definieron al tromboembolismo venoso como algo que ocurre dentro de los 30 primeros días desde la cirugía.
En base a esas definiciones, los científicos registraron y compararon los resultados de una cohorte cotejada de pacientes sometidos a cistectomía radical en Mayo Clinic, antes de la implementación del cambio en la práctica clínica.
Los científicos estudiaron a 103 pacientes sometidos a cistectomía radical en Mayo Clinic entre abril de 2013 y julio de 2015, y a quienes se administró ácido tranexámico. A fin de realizar el análisis, se cotejó a estos pacientes con 1 o 2 controles no concurrentes en base a la edad, la hemoglobina preoperatoria, la administración de quimioterapia neoadyuvante y la etapa del cáncer. Los científicos descubrieron una vinculación entre la administración intraoperatoria de ácido tranexámico y una reducción importante en las transfusiones sanguíneas perioperatorias (31,1 por ciento frente a 57,5 por ciento, p<0,001) y no hubo ningún aumento en el riesgo de tromboembolismo venoso.
“Esfínter urinario artificial mejora resultados en hombres con incontinencia por estrés”
Los hombres que se someten a la implantación primaria de un esfínter urinario artificial para tratar la incontinencia por estrés obtuvieron mejores resultados a largo plazo, según los resultados de un estudio de 28 años realizado por los urólogos de Mayo Clinic. “El reconocimiento del éxito a largo plazo es importante porque permite aconsejar al paciente antes de la cirugía”, comenta el autor principal del estudio Dr. Brian Linder, urólogo de Mayo Clinic.
Los científicos identificaron a 1802 pacientes masculinos con incontinencia urinaria por estrés que se sometieron a la colocación de un esfínter urinario artificial entre 1983 y 2011. El 60 por ciento de los 1082 hombres participantes en el estudio tenía un implante primario y dicho grupo constituyó la cohorte del estudio.
Los científicos realizaron el seguimiento de los pacientes a través de exámenes en el consultorio, informes quirúrgicos y comunicaciones escritas o telefónicas. Además, evaluaron múltiples variables clínicas y quirúrgicas para encontrar una posible asociación con el fracaso del tratamiento, hecho que se definió como la necesidad de cualquier otra cirugía secundaria.
Los científicos no descubrieron factores de riesgo relacionados con los pacientes que pudiesen asociarse independientemente con mayor riesgo de requerir una cirugía secundaria. La supervivencia sin cirugía secundaria fue de 90 por ciento al primer año, de 74 por ciento a los 5 años, de 57 por ciento a los 10 años y de 41 por ciento a los 15 años. Los pacientes a quienes se colocó el implante tenían una edad promedio de 71 años y la mediana de seguimiento fue de 4,1 años. De manera general, 31 por ciento de los pacientes se sometió a una cirugía secundaria, lo que incluye 89 por infección o erosión del dispositivo, 131 por mal funcionamiento del dispositivo, 89 por atrofia uretral y 29 por mala posición de la bomba o complicaciones con las sondas.
“Los inhibidores de la bomba de protones pueden aumentar las complicaciones después de la prostatectomía radical”
Los últimos estudios han mostrado una asociación entre el consumo de inhibidores de la bomba de protones (PPI, por sus siglas en inglés) y resultados adversos, tales como demencia, enfermedad renal crónica, fracturas y mayor mortalidad después de recibir el alta del hospital; pero concomitantemente con esto, es muy poca la literatura médica sobre los efectos del inhibidor de la bomba de protones sobre los resultados quirúrgicos. Los urólogos de Mayo Clinic buscaron evaluar la repercusión del inhibidor de la bomba de protones sobre los resultados posteriores a la prostatectomía radical.
“Los inhibidores de la bomba de protones se pueden adquirir tanto de venta libre como bajo prescripción y sirven para la enfermedad de reflujo gastroesofágico (ERGE) y la úlcera péptica. El consumo de inhibidores de la bomba de protones ha aumentado drásticamente en los últimos 2 años y debido a que actualmente éstos son el cuarto tipo de medicamento más recetado en Estados Unidos, es importante saber su repercusión sobre los resultados quirúrgicos”, explica la Dra. Mary Westerman, autora principal del estudio y fellow de urología en Mayo Clinic.
Los científicos identificaron a 9338 pacientes sometidos a prostatectomía radical en Mayo Clinic entre 2001 y 2012. Además, definieron como consumo de inhibidores de la bomba de protones a la administración de estos medicamentos durante los 90 días anteriores a la cirugía.
De manera general, 372 hombres (4 por ciento) tomaban inhibidores de la bomba de protones al momento de la cirugía. El seguimiento postoperatorio medio fue de 7,3 años, durante el cual 81 hombres (0,9 por ciento) murieron debido a cáncer de próstata. Los hombres que tomaban inhibidores de la bomba de protones eran mayores (63 años, frente a 61,5 años) y tenían índices de masa corporal más altos. Además, al momento de la cirugía tenían mayor propensión a un índice de comorbilidad de Charlson más alto, lo que indicaba un aumento en el riesgo de mortalidad. Por último, la enfermedad de los pacientes que al momento de la prostatectomía radical consumían inhibidores de la bomba de protones estaba más avanzada desde la perspectiva patológica y tenían mayor riesgo de complicaciones.
“Es necesario investigar más para determinar si el consumo de los inhibidores de la bomba de protones representa en general menos salud o fragilidad, o si el consumo de inhibidores de la bomba de protones deriva en cambios fisiológicos que predisponen a los pacientes a más complicaciones”, dice la Dra. Westerman. “Es claro que los pacientes que tomaban inhibidores de la bomba de protones eran mayores, menos sanos y con más riesgo para enfermedades y que hubo una asociación independiente entre el consumo de esos medicamentos y una tasa mayor de complicaciones generales después de la prostatectomía radical”, concluye.
“Los atletas aficionados que consumen esteroides presentan efectos secundarios, se administren o no testosterona”
A partir de la década de los años 80, el consumo ilícito de esteroides anabólicos se ha difundido desde los atletas privilegiados hasta la población general. Pese al alto consumo de esteroides entre los atletas aficionados, poco se sabe respecto a esa población; por ello, los investigadores de Mayo Clinic emprendieron en la identificación y caracterización de patrones de esteroides anabólicos androgénicos (EAA) en una cohorte de dicha población. “Actualmente se calcula que en Estados Unidos, entre uno y tres millones de atletas aficionados consumen esteroides”, señala la autora principal del estudio, Dra. Mary Westerman, fellow de urología en Mayo Clinic.
Entre febrero de 2015 y junio del mismo año, los científicos pusieron en circulación cuestionarios anónimos que los participantes debían llenar por sí mismos. Los enlaces al cuestionario, presentado por SurveyMonkey, se publicaron en los tablones de anuncios de los sitios web que son populares entre los consumidores de esteroides anabólicos androgénicos. Luego, los científicos analizaron las 37 preguntas del estudio.
La mayor parte de las 231 personas que respondieron y reunían los requisitos fueron hombres de raza blanca, mayores de 25 años, empleados con ingresos superiores al promedio y con educación formal más allá de colegio. De ellos, 93 por ciento empezó a consumir esteroides anabólicos androgénicos después de los 18 años y 81 por ciento informó un consumo semanal superior a 400 mg de testosterona. Los factores vinculados con más tiempo de consumo fueron, entre otros: más ingresos económicos, mayor dosis de testosterona, más de 35 años, estado civil casado y ser sus propios jefes. El 77 por ciento de estos sujetos habitualmente se realizaba análisis de laboratorio y 38 por ciento informó que en algún momento presentó anomalías en los resultados. Casi todos los hombres que respondieron habían experimentado efectos secundarios subjetivos, sea con o sin la administración de testosterona.
“La población de consumidores de esteroides anabólicos androgénicos es diferente a la otros drogadictos. Al aconsejar a estos pacientes, los profesionales de la atención médica deben tomar en cuenta que las anomalías en los análisis de laboratorio y los efectos secundarios son comunes en esa población”, explica la Dra. Westerman.
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