Pautas deportivas para pacientes con síndrome del intervalo QT largo podrían ser demasiado estrictas, descubre Mayo Clinic
ROCHESTER, Minnesota — 7 de agosto de 2012. La participación en los deportes competitivos de quienes padecen el síndrome del intervalo QT largo, una anomalía genética en el sistema eléctrico del corazón, ha sido tema de debate entre los médicos. Las pautas actuales descalifican de casi todos los deportes a la mayoría de pacientes con síndrome del intervalo QT largo. En el primer estudio de este tipo, la Clínica de Mayo Clinic para el Síndrome del Intervalo QT Largo recientemente examinó su propia experiencia para determinar los resultados de los pacientes que deciden continuar siendo atletas pese a las recomendaciones. El estudio se publicó electrónicamente en la Journal of the American Medical Association (revista de la Asociación Médica Americana).
El estudio revisó los expedientes de 353 pacientes con síndrome del intervalo QT largo, de 6 a 40 años de edad, y que fueron evaluados en Mayo Clinic entre julio del 2000 y noviembre del 2010, para determinar cuáles pacientes optaron por continuar participando en los deportes después del diagnóstico y de eventos relacionados con el intervalo QT largo.
De los 157 pacientes que eran deportistas al momento de la evaluación, 27 (el 17 por ciento) optó por descalificarse, "desacreditando aquel mito" de que las familias nunca elegirían abandonar el deporte, comenta el autor experto del trabajo, Dr. Michael Ackerman, cardiólogo pediatra y Director de la Clínica de Mayo Clinic para el Síndrome del Intervalo QT Largo. Lo más importante es que de los 130 pacientes que optaron por continuar compitiendo, solamente uno sufrió un evento desencadenado por la afección mientras practicaba el deporte, y ese atleta recibió los choques pertinentes de un desfibrilador cardioversor implantado en dos ocasiones separadas. En el estudio, los científicos definieron a un atleta de competición como aquella persona que participa en eventos competitivos de deporte, como las ligas menores, en la educación secundaria o universitaria, o a nivel profesional.
"Hace aproximadamente ocho años, cuando empezamos a ver cómo arruinaba algunas vidas la recomendación de alejarse de los deportes, se decidió desafiar al orden establecido", dice el doctor Ackerman. "Se adoptó la filosofía de otorgar a los pacientes y sus familiares el derecho de tomar una decisión informada y difícil respecto a continuar participando en deportes competitivos, sabiendo que es una posible conducta riesgosa para el intervalo QT largo".
El Dr. Ackerman presentó estos resultados el domingo en Glasgow, Escocia, durante la conferencia médica sobre deportes, atletas y salud, previa a los Juegos Olímpicos 2012 . Cuando la nadadora olímpica Dana Vollmer era niña, se descubrió que presentaba signos del síndrome del intervalo QT largo y la madre llevaba un desfibrilador portátil a las competencias de natación; pero según dice el sitio web oficial de Vollmer, para cuando llegó a la universidad ya no mostraba síntomas. Vollmer no es paciente de Mayo Clinic y competirá en Londres.
En el síndrome del intervalo QT largo, que afecta a una de cada 2000 personas, los latidos cardíacos rápidos pueden desencadenar un desmayo repentino, una convulsión o la muerte súbita. El tratamiento puede abarcar medicamentos, dispositivos médicos y/o cirugía.
"Consideramos que pese a que el ejercicio, los deportes y la emoción de la victoria o la agonía de la derrota sean capaces de desencadenar un ritmo cardíaco peligroso en estos pacientes, los riesgos son manejables en un paciente con buena consejería médica, buenos análisis y buen tratamiento", añade el Dr. Ackerman. "Hasta ahora, el orden establecido ha tomado estas cosas como factores de riesgo controlables, erradicando a estos pacientes de la mayoría de deportes y diciéndoles que no deben acelerar su frecuencia cardíaca ni tener emociones fuertes".
Existen dos pautas con criterios de elegibilidad médica para los pacientes con anomalías cardíacas: las de la XXXVI Conferencia de Bethesda y las de la Sociedad Europea de Cardiología. Las segundas pautas mencionadas son las más restrictivas, acota el Dr. Ackerman, aunque ambas se basan en las opiniones de expertos y confían en el "arte de la medicina" debido a que hay poca evidencia sobre el riesgo real de la participación en deportes.
Como pacientes de la Clínica para el Síndrome del Intervalo QT Largo, a las 353 personas inicialmente evaluadas para este estudio se les realizó un examen clínico y genético de dos a tres días de duración, que incluyó una consulta de una a dos horas con el Dr. Ackerman. Todo esto es la norma para los pacientes de Mayo Clinic que padecen esa afección.
Los pacientes que ya eran atletas y optaron por continuar siéndolo recibieron consejería sobre su participación en los deportes. Cuando el paciente decide continuar compitiendo en deportes, esa decisión debe estar respaldada por el médico, el paciente mismo y ambos padres, dependiendo de la edad del deportista. Además del tratamiento, como los medicamentos por ejemplo, cada atleta obtuvo un desfibrilador externo automatizado, y también se notificó al respecto a los personeros estudiantiles y entrenadores del deportista.
De los 130 pacientes que optaron por continuar con los deportes, 20 tenía un desfibrilador cardioversor implantado. Cuarenta y ocho (el 38 por ciento) participaba en más de un deporte. Treinta y dos atletas competían a nivel de educación secundaria, y 8 lo hacían a nivel universitario o profesional.
Los resultados plantean que las pautas de la Conferencia de Bethesda y de la Sociedad Europea de Cardiología podrían ser excesivamente restrictivas, señala el Dr. Ackerman. Sin embargo, el médico advierte que los pacientes con el síndrome del intervalo QT largo que deseen continuar participando los deportes deben buscar tratamiento en un centro de excelencia médica. "Es necesario evaluar al paciente, clasificar los riesgos, tratarlo y aconsejarlo atentamente para que el deportista y sus familiares pueden tomar una decisión informada", añade.
El Dr. Jonathan Johnson es el primer autor del estudio. El Dr. Ackerman ostenta el título de Profesor Windland Smith Rice para Investigación Genómica Cardiovascular en Mayo Clinic. La investigación se financió mediante el Programa Integral Windland Smith Rice de Mayo Clinic para Muerte Cardíaca Repentina.
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