ROCHESTER, Minnesota — 14 de agosto de 2013. Los pacientes con regurgitación de la válvula mitral grave que, por lo demás, gozan de buena salud deben someterse a la cirugía para reparar la válvula mitral más bien antes que después y a pesar de no presentar síntomas, descubrió un estudio dirigido por Mayo Clinic en Estados Unidos y Europa. Los resultados cuestionan la larga creencia de que es más seguro "vigilar y esperar" hasta que el paciente presente síntomas, tales como falta de aire. El estudio representa el más grande que ha demostrado que operar a los pacientes poco después de establecido el diagnóstico mejora su supervivencia a largo plazo y conlleva menos riesgo de insuficiencia cardíaca.
AVISO A LA COMUNICACIÓN MULTIMEDIA: Se podrá descargar videos de los doctores Rakesh Suri y Maurice Enríquez Sarano en la Red Informativa de Mayo Clinic.
Los resultados se publicarán el martes en la revista de la Asociación Médica Americana.
La regurgitación de la válvula mitral no solamente es común, sino que aumenta en frecuencia y se calcula que para el año 2030, cerca de cinco millones de estadounidenses sufrirán de regurgitación mitral entre moderada y grave. Esta enfermedad se presenta cuando la válvula mitral no se cierra bien y ocasiona un reflujo sanguíneo, en lugar de bombear la sangre hacia el cuerpo. Por lo tanto, la sangre rica en oxígeno no puede atravesar el corazón y llegar al resto del cuerpo con la misma eficacia. La primera señal del prolapso de la válvula mitral generalmente es el soplo cardíaco. A pesar de que la enfermedad de la válvula mitral avance, es posible que no se presenten síntomas debido a la capacidad de compensación del cuerpo. Dicha falta inicial de síntomas permite conservar la calidad de vida, pero puede impedir que los pacientes reciban una advertencia sobre la gravedad de su afección. Una de las complicaciones más graves es la insuficiencia cardíaca, en la que el corazón es incapaz de bombear suficiente sangre al resto del cuerpo, ocasionando falta de aire, acumulación de líquido, cansancio y muerte.
"Los resultados del presente estudio revelaron que la cirugía temprana aportó beneficios importantes sobre la espera vigilante y, curiosamente, fueron de mayor magnitud de lo anticipado", comenta el autor principal Dr. Rakesh Suri, cardiovascularcirujano cardiovascular de Mayo Clinic en Rochester. "Esto quizás vaya en contra de lo que se podría pensar, porque los pacientes suponen que si necesitan una cirugía es debido a que están más afectados, pero en realidad es lo contrario. Una vez que el paciente desarrolla una fuga grave en la válvula mitral, aunque no presente síntomas, se sabe que es preferible repararla oportunamente en lugar de dejar que se deteriore el corazón.
"El estudio realizado revela que cuanto antes se detenga la fuga, mejor es el resultado. En esencia, operar pronto (idealmente reparando la válvula mitral) y con bajo riesgo es la mejor manera de que los pacientes con grave regurgitación mitral vivan más largo y disfruten de esos años sin desarrollar los síntomas incapacitantes de la insuficiencia cardíaca".
En el estudio de 1021 pacientes con grave regurgitación de la válvula mitral, pero sin síntomas ni otros desencadenantes clásicos para la cirugía, 446 personas se sometieron a la reparación de la válvula mitral dentro de los primeros tres meses del diagnóstico; y los 575 restantes se sometieron a un período inicial de control, manteniendo a la cirugía como una posible alternativa para el futuro. El estudio utilizó la "Base de datos internacional sobre regurgitación mitral", compuesta por participantes de seis centros franceses, italianos, belgas y estadounidenses. Mayo Clinic fue el único centro médico estadounidense en participar.
Los participantes recibieron seguimiento durante un promedio de 10 años, que constituye el lapso más largo entre todos los estudios realizados para examinar cuándo llevar a cabo la operación. Las tasas de supervivencia a largo plazo de los pacientes sometidos a cirugía dentro de los primeros tres meses posteriores al diagnóstico fueron considerablemente mayores que las de quienes evitaron la cirugía durante los tres meses posteriores al diagnóstico (86 por ciento frente a 69 por ciento después de 10 años de seguimiento médico). Además, los pacientes sometidos pronto a la cirugía (7 por ciento frente a 23 por ciento después de un seguimiento médico de 10 años) presentaron menor riesgo de padecer insuficiencia cardíaca a largo plazo. No hubo diferencia entre ambos grupos en cuanto a la aparición tardía de la fibrilación auricular, otro problema de los pacientes con regurgitación grave de la válvula mitral.
Hace años, el riesgo de la cirugía y de las complicaciones era mayor; por eso, la espera vigilante era más prudente, comenta el autor experto del trabajo, Dr. Maurice Enríquez Sarano, cardiólogo de Mayo Clinic en Rochester. Sin embargo, hoy en día, los centros que manejan gran volumen de reparación de las válvulas obtienen una tasa de éxito superior al 95 por ciento en la reparación de la válvula mitral; y por otro lado, el riesgo quirúrgico de muerte que actualmente existe es menor a uno por ciento, mientras que en los años 80 era diez veces mayor, añade el médico.
"El posible beneficio de realizar la cirugía para corregir la regurgitación mitral antes de que se presenten los síntomas ha sido fervientemente debatido, pero se desconocía la eficacia comparativa del método quirúrgico frente al clínico", apostilla el Dr. Enríquez Sarano. "Si se considera que la cirugía es lo adecuado, según la edad, otras afecciones y objetivos en la vida del paciente, ahora existe la oportunidad de eliminar la enfermedad antes de que empeore; es decir, se puede recuperar la expectativa de vida".
Otros autores del trabajo son los doctores Jean-Louis Vanoverschelde y Agnes Pasquet de la Universidad Católica de Lovaina en Bruselas, Bélgica; los doctores Francesco Grigioni y Antonio Russo de la Universidad de Bolonia, Italia; los doctores Christophe Tribouilloy y Dan Rusinaru del Instituto Nacional de la Salud e Investigación Médica (Inserm) ERI-12 en el Hospital Universitario de Amiens, Francia; el Dr. Jean-Francois Avierinos de la Universidad de Aix-Marseille en Marsella, Francia; el Dr. Andrea Barbieri de la Universidad de Modena, Italia; la Dra. Marianne Huebner de Mayo Clinic y de Universidad Estatal de Michigan en East Lansing; así como el Dr. Hartzell Schaff y el Dr. Héctor Michelena de Mayo Clinic en Rochester.
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