Exudado celular tóxico vinculado con edad biológica, enfermedad y discapacidad

Las células del cuerpo suelen hacer lo que se les pide que hagan. Es decir, en respuesta a una señal, las células se dividen, se multiplican, disminuyen de tamaño o mueren, según sea necesario; sin embargo, hay algunas células que deciden ignorar las órdenes que el cuerpo les da de fallecer: son las células senescentes. Llamadas a veces «células zombi» por quedarse merodeando sin morir, las células senescentes incitan al cuerpo a darles la orden de morir, pero lejos de obedecer, se quedan en una especie de realidad suspendida, no funcionan bien y, encima, lanzan activamente sustancias químicas tóxicas.  

Las células senescentes

A pesar de las investigaciones sobre las células senescentes hechas en animales para afecciones que van desde la disfunción cerebral a la osteoporosis, el estudio de las células senescentes y de su contribución a una mala salud todavía es bastante nuevo. El enfoque principal, hasta el momento, ha recaído sobre las propias células senescentes y cómo su extracción afecta al estado de la enfermedad. Ahora, en cambio, los investigadores analizan las proteínas tóxicas liberadas por las células senescentes, conocidas como fenotipo secretor de células senescentes (SASP, por sus siglas en inglés) y examinan el efecto de esas proteínas sobre el entorno de las células (microentorno) y también a medida que circulan por todo el cuerpo.

En un estudio reciente, los investigadores de Mayo Clinic informaron que el fenotipo secretor de células senescentes que circula en el torrente sanguíneo podría ser un marcador confiable para distinguir quiénes corren riesgo de sufrir enfermedades relacionadas con la edad, así como de obtener malos resultados después de una intervención quirúrgica. El artículo se publicó electrónicamente el 18 de junio de 2020 en la revista JCI Insight. Bajo la dirección del laboratorio del científico de Mayo Dr. Nathan LeBrasseur, se formó un grupo colaborativo de colegas para entender cómo los factores tóxicos de las células senescentes reflejan la edad biológica y, consecuentemente, aumentan el riesgo en procedimientos médicos.

«Primero, creamos un ensayo de alrededor de 30 biomarcadores de senescencia al examinar la abundancia de diversas proteínas secretadas por varios tipos de células senescentes humanas y luego, evaluamos si era posible detectarlos en muestras de sangre humana», explica el Dr. LeBrasseur. 

Los investigadores buscaron estas proteínas en las muestras de sangre de los participantes del Biobanco de Mayo Clinic. Las 267 muestras fueron distribuidas equitativamente según el sexo y la edad (de 20 a 90 años) de los donantes.

«Mostramos que la abundancia con la que circulaba la mayoría de los biomarcadores aumentaba con la edad», señala el Dr. LeBrasseur.

Se relacionó a las concentraciones de 19 biomarcadores con la edad cronológica, pero después de hacer los ajustes necesarios debido al sexo y el índice de masa corporal, quedaron solo 17. Los autores dicen que eso demuestra cuán importantes son estos factores en el cuerpo y en cómo este envejece. Concluyen que a medida que distintos tipos de células senescentes van acumulándose con la edad, esa situación contribuye a un fenotipo secretor de células senescentes personalizado y cambiante.

Aparte de analizar los biomarcadores en los participantes relativamente sanos del biobanco, los investigadores también midieron las proteínas circulantes del fenotipo secretor de células senescentes en personas con dos afecciones distintivas que se relacionan con la edad y requieren una intervención quirúrgica: la enfermedad cardiovascular (estenosis aórtica severa) y el cáncer de ovario. El Dr. LeBrasseur y sus colegas examinaron en ambos grupos las asociaciones entre biomarcadores e índice de fragilidad, que es un síndrome geriátrico vinculado a mayor vulnerabilidad ante el estrés y obtención de malos resultados de salud después de una cirugía.

«Observamos que varios de los biomarcadores se relacionaban con el peso que representan las enfermedades, las discapacidades o la edad biológica. Mediante aprendizaje automático, se identificó un grupo selecto de biomarcadores que podían servir para predecir resultados adversos, como complicaciones, ingresos a la unidad de cuidados intensivos y reingresos al hospital después de una intervención quirúrgica por enfermedad del corazón o cáncer de ovario», anota el Dr. LeBrasseur.

Los biomarcadores, en particular, fueron considerablemente mejor para predecir resultados adversos en la salud que la edad cronológica y la medida de la fragilidad.        

Los autores advierten que el estudio se realizó en un área geográfica limitada y, quizás, no sea posible generalizarlo. Anotan también que hay que probar la utilidad de los biomarcadores en otras situaciones quirúrgicas, como el reemplazo de una articulación debido a artritis severa, y el equipo espera ser capaz de proseguir con esto. 

«Deseamos reproducir estos resultados en cohortes más grandes y diversas. Asimismo, nos entusiasma ver cómo ciertas intervenciones, por ejemplo, el ejercicio, la alimentación y —en un futuro no muy distante— los medicamentos, influyen sobre los biomarcadores y, a su vez, en los resultados para la salud. Los modelos animales han aportado evidencia contundente a estos métodos», asegura el Dr. LeBrassuer.

Este estudio tiene que ver con un interés que el laboratorio del Dr. LeBrasseur y Mayo Clinic tienen desde hace mucho tiempo.

«Mayo lideró la demostración del papel fundamental de las células senescentes en el envejecimiento, en una gama de enfermedades relacionadas con la edad y en síndromes geriátricos», afirma el Dr. LeBrasseur, cuyo laboratorio forma parte de ese esfuerzo e intenta responder la pregunta de cómo medir la edad biológica y distinguir mejor entre edad biológica y edad cronológica.

«Es claro que existen ancianos robustos y resistentes, en quienes el envejecimiento no muestra más que muy pocas consecuencias, mientras que otras personas de edad cronológica similar están más afectadas y son más vulnerables. Puesto que —sin duda— la edad es el mayor factor de riesgo para la mayoría de las enfermedades que Mayo Clinic ayuda a controlar, las estrategias para definir la edad biológica sirven de guía para tomar decisiones clínicas», dice el Dr. LeBrasseur. 

Menciona también que a medida que surgen intervenciones dirigidas hacia la biología fundamental del envejecimiento, los biomarcadores de la edad ayudan a identificar quiénes responderían mejor y, además, serán los primeros indicadores de si una intervención logra lo que se desea alcanzar, en relación con las medidas de —por ejemplo— la función física o cognitiva.

«Al entender mejor la biología del envejecimiento, es posible identificar maneras de transformar fundamentalmente la salud humana. Las estrategias para retrasar la aparición de enfermedades y discapacidades propias de la edad podrían extender drásticamente la expectativa de vida de los seres humanos y el período de vida sin enfermedades ni discapacidades. En Mayo Clinic, la naturaleza colaborativa y multidisciplinaria de los estudios es lo que facilita estos esfuerzos», concluye el científico.

El financiamiento para este estudio provino de subsidios federales, de la Fundación Glenn para Investigación Médica, de la Fundación Pritzker, de la Fundación Beverly y del Fondo Leonard y Mary Lou Hoeft para el Estudio del Envejecimiento Sano y la Vida Independiente. Además, el Centro para Medicina Personalizada en Mayo Clinic permitió el acceso a las muestras y los datos del Biobanco de Mayo Clinic. El Dr. LeBrasseur informa que mantiene un interés económico relacionado con este estudio y Mayo Clinic tiene patentes para fármacos senolíticos.

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